Este 8 de marzo queremos dedicarlo a las mujeres trabajadoras que durante las décadas del 60 y 70 en el Estado español protagonizaron una lucha incesante contra la explotación laboral, cuando ser mujer, obrera, inmigrante, significaba luchar en una situación “diferenciada” dentro de un potente movimiento obrero en auge. Estas peligrosas mujeres, mientras luchaban contra la dictadura patronal, cuestionaban a un Régimen dictatorial en sus aristas más misóginas. Pero en un contexto de transformaciones económicas bajo un proceso de industrialización en el que el trabajo femenino se estaba reconfigurando: entre 1950 y 1975 el número de las mujeres asalariadas aumentaba, al mismo tiempo que otras no lo abandonaban cuando tenían hijos. Es así que la conflictividad laboral femenina chocaba con todo un aparato legislativo, educativo e institucional el cual, junto al gran peso de la Iglesia, impuso un orden patriarcal que brindaba a las mujeres un destino absolutamente determinado por lo biológico, bajo los valores “cristianos y españoles” cuyo rol obligado era someterse a la tutela de los hombres junto a la restauración de la familia como cuna del Nuevo Estado franquista.
Estas peligrosas obreras, en este caso textiles, tejieron los hilos de una potente historia. Una historia de una gran actualidad para este siglo XXI sumergido en una enorme crisis, de enorme retroceso social y de los derechos de la mayoría de las mujeres. Y en el que no suena extraño luchar por “igual trabajo, igual salario”, contra la discriminación laboral, contra las dobles y a veces triples cadenas de explotación y opresión, es decir contra ese sistema patriarcal tan íntimo amigo del sistema capitalista. Estas experiencias la queremos reflejar a través de la historia de María Moreno, quien llegó a Terrassa (Catalunya) en 1967 con 17 años del sur de España, de Córdoba, para trabajar como obrera textil. Estuvo más de 35 años en la fábrica Hilaturas Castell trabajando, luchando incansablemente, organizándose con sus compañeras, quienes en el año 1996 hasta ocuparon la fábrica para recuperar los puestos de trabajo, y la pusieron a producir bajo el control de las obreras.
Cuando del hogar a la fábrica las mujeres se vuelven peligrosas
María era parte de esas miles de mujeres, que como su madre, también obrera textil, venían de los pueblos del sur de España: eran los tiempos de gran afluencia de corrientes migratorias de las regiones más agrarias hacia los centros industriales de Madrid, Catalunya, País Vasco o Asturias: Llegué aquí, y entré a trabajar en el textil, en la fábrica Hilaturas Castell, trabajé 35-36 años hasta que cerraron. Mi madre trabajaba en el textil también, en la fábrica Torra de Neira. Yo justo venía, y entraba a las 4 y 20 de la mañana a trabajar todos los días menos los domingos, era horroroso, yo venía de un pueblito, a mí me cambió la vida totalmente. Yo me acuerdo que dentro de la fábrica, con el ruido tan grande que había sólo pensaba en cantar las canciones de mi pueblo para que no se me olvidaran, fue un choque muy fuerte. La pasamos muy mal los inmigrantes a donde quieras que vayamos…
Pero pronto María recuperará fuerzas en los convulsivos años de la “Terrassa roja”, donde abundaban las fábricas textiles, en un momento en el que la incorporación de la mujer al trabajo asalariado significó un cambio de gran trascendencia en el rol social de la mujer. En Catalunya, la industria textil había sido la avanzada de la economía. Ésta se basaba en una mano de obra intensiva femenina: en 1968 en todo el Estado las mujeres ocupaban el 75% de la mano de obra de la industria textil, con un gran peso en Catalunya” : Entonces todas las mujeres de Terrasa en edad de trabajar estábamos metidas en el textil. Había fábricas muy grandes como Torra de Neira que era un monstruo de fábrica, la Anónima, Castell…El textil, ha tenido una lucha histórica en Terrasa, siempre, porque había mucho textil. Esta mano de obra femenina generó una gran conflictividad femenina también. En la industria textil del Maresme, Barcelonés o Vallés Occidental entre finales de los años cincuenta y los sesenta surgieron conflictos en las que coincidían jóvenes trabajadoras inmigrantes y otras más maduras, con experiencia de trabajo industrial y a veces de conflicto de décadas anteriores.
Cuando María llega, muy pronto su sentimiento de nostalgia es reemplazado por el de rebeldía, cuando conoció a las “folloneras”: En la fábrica había un grupo de chicas mas mayores que yo, y cuando entré me las presentaron otras compañeras como “las folloneras, y me dijeron que no me juntara con ellas porque siempre creaban problemas y entonces yo dije: ahí ni me arrimo. Igual después me fui uniendo a las “folloneras” porque aunque yo no tenía noción de nada, las veía más compañeras. Porque si estábamos haciendo conos, y yo tenía que hacer 50 kg de hilo y al final del día me hacía 49kg me quitaban dinero. Las “malas”, las “folloneras”, cuando se dieron cuenta que yo no llegaba y que podía reducir mi salario, me ayudaban, me echaban conos que hacían ellas a mi caja. Yo ahí empecé a ver que las malas no eran tan malas…Y claro, empezaron a luchar por la igualdad entre todas las trabajadoras. Yo me fui dando cuenta de todas esas cosas y cada día me fui uniendo más a ellas…
María, era parte de esa nueva generación de mujeres que, como un motor imparable, mientras se enfrentaban a la patronal por sus derechos laborales, se estaban enfrentando sin saberlo al modelo de mujer franquista que se había impuesto durante ya más de tres décadas, la mujer sumisa, decente, “ángel del hogar”, y como ella misma dice “católica, apostólica y romana”: Claro yo venía de un pueblecito, con una vida tranquila y cuando llego aquí a Terrassa, a mi padre ya le dijeron: “María sola en Barcelona, átala fuerte eh?” porque en Barcelona las cosas no eran tan tranquilas, mi padre me ató tan fuerte que un poco más y me asfixia!. Me decía: “tú tienes que trabajar, y callar.”. Pero bueno, yo fui soltando nudos…. En frente de la fábrica había un convento de clausura. Y entonces el gerente de la empresa cada día iba a misa y luego entraba a la fábrica, y yo al principio pensaba qué bueno este señor… Pero luego poco a poco me fui dando cuenta que no… Teníamos unas máquinas con 300 púas enormes, ruidosas. Entonces, en la fábrica del textil, el gerente, el mayordomo, el jefe de personal, por unos cristales nos vigilaban todo. Y hubo un momento que yo me apoyé un segundo en la pared porque sentía mucho dolor, porque tenía la regla. Y en ese segundo bajaba por la escalera el señor que todos los días iba a misa. Y viene el encargado y me dice: ¿Qué te pasa María, te encuentras mal? Y claro, yo le dije que no me encontraba mal; y además en ese momento decir que tenía la regla era un tabú. Y el encargado me contestó: Bueno, sólo te digo una cosa, si te encuentras mal, te vas a tu casa, porque sólo el respiro le cuesta dinero al dueño, eh?. Entonces yo, durante tres días lloré, lloré y lloré, hasta que me desahogué. Y así fui haciendo conciencia poquito a poco, de que si el respirar yo le costaba dinero al dueño, pues yo quería seguir respirando, le costara dinero o no, quería seguir respirando con más libertad de la que hasta ahora venía respirando. Y ahí empecé la lucha, y me sentí mucho mejor. Y claro, dejé de ser la católica apostólica y romana, de antes.
Me acuerdo cuando vino una monitora, iba a por mí porque yo ya no era la niña de antes y estaba con las folloneras, me hizo limpiar su espacio que era una mesita con una papelera. Y yo le dije: no, ¿tu vienes a limpiar mi máquina?. Entonces me sancionaron, tres días sin pagarme. Pero al segundo día mis compañeras entre todas, me metieron dentro de la fábrica y yo me puse a trabajar… Al final de mes me faltaban tres días!. Pero entre todas las compañeras pusieron cada una un duro y juntaron la semana entera. Y a partir de allí yo dije; ni soy mas tonta, ni más cristiana…
Hombres, eran los encargados, los pesadores y … los jefes de personal. En máquina, éramos todas mujeres…
Comenzaba a nacer una militancia obrera femenina vinculada directamente a las condiciones de trabajo. Conscientes o no, su propia experiencia las llevaban a cuestionar los valores conservadores de la institución familiar y su reproducción en la vida pública y laboral. Chocaban contra un imaginario colectivo de creencias negativas- basadas en la diferencia sexual de naturaleza universal e inevitable-, sobre las mujeres, que anulaban así sus potencialidades para alcanzar la igualdad. Y de esta manera se justificaba la gran discriminación laboral y salarial: en 1963, el salario/hora medio de las mujeres en la industria alcanzaba un 80% de los salarios masculinos, pero en 1971 había empeorado al 75%”. La lucha por “igual trabajo, igual salario” estaba a la orden del día. María como muchas mujeres empezaban a “descubrir” que la lucha de las mujeres obreras tenía sus propias reivindicaciones por las que luchar: En aquel tiempo, sinceramente yo el feminismo no lo percibía. No, entre otras cosas porque como éramos todas mujeres y yo en aquel momento no era consciente de la desigualdad de la mujer. Pero sin saberlo, yo ya era feminista, yo ya estaba trabajando para reivindicaciones de las mujeres, no?. Esto me di cuenta más tarde, cuando vi que los hombres les pagaban más que nosotras, ellos tenían más tiempo, eran mirados de otra manera, no los controlaba nadie. Y a nosotras las mujeres si! Si íbamos al lavabo y si tardábamos ya nos controlaban. Hombres eran los encargados, los pesadores y luego eran los jefes de personal. En máquina, éramos todas mujeres… Nosotras una vez montamos una porque queríamos ser pesadoras, ¿por qué no podíamos? ¿Si no tenías que cargarte nada?, eran carros con rueda. Les decíamos: nosotras sabemos pesar, apuntar el peso. ¿Por qué nos ponen en sitios según ellos más inferiores?. Pero luego te das cuenta: si no hay gente que hacía hilos, no podía haber pesadores. Pero esto lo fuimos descubriendo poco a poco, y así empezamos a luchar por la igualdad de los sueldos, y luego lo conseguimos después de años de lucha. Ahí sí que nos dimos cuenta que los hombres se ponían muy en guardia con nosotras. Sí, cuando ya hablabas de igualdad salarial, ya empezaban a atacarte y decían: estas mujeres siempre igual! Ahí te das cuenta de que algo falla cuando quieres reivindicar por la igualdad en las condiciones laborales…
Nuevas organizaciones obreras: las comisiones de mujeres
Las mujeres en la lucha se dotaron de organizaciones: las comisiones obreras, habituales en las fábricas textiles, sólo formada mujeres y por fuera del sindicato vertical, que negociaban y peleaban con la patronal, las fuerzas policiales o con funcionarios de la OSE. Éstas fueron el antecedente de lo que luego serán las Comisiones Obreras: Empezamos la lucha, para tener horas para comer, para trabajar menos horas y conseguimos 8 hs y no los sábados. Para que haya vestuarios y lavabos en condiciones, no había comedores. Éramos 200 trabajadoras, mayoría mujeres, y luchábamos con muchas huelgas y paros. Teníamos nuestras asambleas y nuestros propios comités, antes de formarse el sindicato de Comisiones Obreras, en ese momento estaba el sindicato vertical, hacíamos las cosas por fuera de la fábrica, y en las asambleas decidíamos todo lo que teníamos que hacer dentro de la fábrica. Hacíamos reuniones, pero no en el sindicato, las hacíamos en un local que teníamos en Terrassa. Nos reuníamos grupos de trabajadoras de diferentes fábricas, también venían estudiantes. Pero claro, esas reuniones eran clandestinas. Yo recuerdo la primera vez que me llamaron…Y un día, y otro, y sanciones, porque claro! A la que más se atrevía la sancionaban. En aquel tiempo había una represión muy grande. Pero todo lo conseguimos con la lucha.
En los años 70’ comenzaba la crisis del sector textil lanero, en el que se dieron la mayoría de los conflictos, e innumerables movilizaciones y huelgas, contra los cierres y despidos. Es así que, en una situación convulsiva y de cuestionamiento al Régimen, y tras un cambio generacional con la incorporación de jóvenes trabajadoras, nace Comisiones Obreras junto al activismo y la militancia de izquierda: Cuando ya se legalizó Comisiones, los encargados de cuando yo entré ya se habían ido porque eran mayores. Fue entrando gente joven que se afiliaban a Comisiones y eran de nuestro palo. Entonces la empresa cambió, tanto tanto, que hacíamos huelga por todo. Es que llegamos a un 90% de afiliación a CCOO, de antes eh?, no éramos de los de ahora…En todo este proceso, las mujeres, aunque pocas, empezaban a ser delegadas dentro de CCOO. Cuando María fue elegida, de nueve delegados, tres eran mujeres: Y cuando vinieron las elecciones sindicales en el 77-78, y me vota toda la fábrica como delegada sindical. Las cosas eran muy diferentes de ahora en Comisiones, cuando se proponía algo en asamblea en la fábrica, se votaba, se llevaba luego a la asamblea general de comisiones y se hacía lo que decía la base. Luego, raro era la semana que no teníamos un curso de formación sindical… María lamenta, con dolor y rabia, lo que son los sindicatos ahora de Comisiones Obreras:… entonces claro, aquello sí que era mi sindicato en aquel tiempo.
Cuando hacíamos la huelga, la hacíamos por todas nuestras reivindicaciones, pero también en solidaridad con todos los que luchaban…
María nos contaba cómo se coordinaban y se solidarizaban con las demás fábricas: Si, mira, si en Madrid, porque entonces eran los grises, habían apaleado a una persona, nosotros parábamos. En el País Vasco hubo una huelga muy grande, nosotros paramos un día… Cuando hacía huelga la Seat, la AEG, nosotros siempre hacíamos huelga. Cuando hacíamos la huelga, la hacíamos por todas nuestras reivindicaciones, pero también en solidaridad con todos los que luchaban. Y para no enfrentarnos con nuestros propios trabajadores, para hacer los piquetes nos cambiábamos de fábrica o tirábamos octavillas a las hora del comedor. También cómo se organizaban contra la represión, cómo las mujeres siempre estaban dispuestas a hacer lo imposible para liberar a todos los presos. En las comisiones de trabajadoras, era normal percibir que las mujeres no serían represaliadas de forma tan inmediata como los hombres: En aquel tiempo había mucha represión, pillaban a mucha gente, entonces las mujeres hacíamos cajas de resistencia cuando había compañeros en la cárcel, y los torturaban. En las manifestaciones había represión también contra las mujeres, pero más a los hombres. Los caballos nos tiraban. Me acuerdo del toque de queda en Terrasa…
La ocupación de la fábrica: “Las máquinas ahora mismo son nuestras… y vimos que se podían mantener los puestos de trabajo…”
María nos cuenta su último año en la fábrica, pasados 35 años, cuándo y por qué decidieron ocupar la fábrica y ponerla a producir: Había rumores de que la fábrica estaba en crisis… Entonces pedimos que vengan los economistas de comisiones, hicieron un estudio y vieron que había un fraude grande. Y empezamos a denunciar la situación, hasta que cuando volvimos de vacaciones, y el 12 de octubre se cerró. Hubo un domingo en que uno vio cómo sacaban cosas de un camión, el lunes llegamos al almacén y habían sacado un cargamento, fuimos a dirección, pedimos explicaciones y nos dijeron que se cerraba. Volvimos a la fábrica, les contamos a las obreras, y bueno, se monta un pitote…! Vino Comisiones, hicimos asamblea y decidimos que como había mucha faena, las máquinas estaban llenas de faena!, pues dijimos que íbamos a seguir. Un día se presentan a desalojar la fábrica, con la policía y la jueza. Nosotros lo sabíamos, y estábamos todas las mujeres en la puerta, y los hombres detrás. Y les dijimos: de aquí no nos vamos, si queréis echarnos nos tendréis que echar, pero con la fuerza y matándonos. Porque si no les vamos a poder dar de comer a nuestros hijos nos matáis, y ya está. Y la jueza no puso resistencia ninguna, nos miró, miró a la policía, y se fueron. Desde aquel día ya dijimos, después de una asamblea de todas las trabajadoras y el comité: aquí hay faena, y nos quedaremos a trabajar. Primero quisimos hacer una cooperativa, pero no pudo ser, porque teníamos que pagar una deuda que no habíamos hecho nosotros; además de que no teníamos dinero. Porque claro, como el dueño se declaró en crisis nosotras no tuvimos indemnización, después de que trabajamos 35-40 años allí! y pasamos todos al fondo de garantía. Había mucho género y los almacenes estaban llenos, entonces dijimos: las máquinas ahora mismo son nuestras, aquí no va a venir nadie a llevárselas. Así que nosotras podíamos vender los géneros y vimos que se podía mantener los puestos de trabajo. Estuvimos siete meses encerradas, hicimos tres turnos: mañana, tarde y noche…
¿Y si hoy ocupáramos la fábricas que cierran?
María nos cuenta esos meses: La mayoría éramos mujeres. Fue una gran experiencia, aunque muy difícil. Nos cortaron la luz, el gas y los acreedores venían y nos insultaban a nosotras y nos reclamaban las deudas. Y les dijimos, no, aquí los primeros acreedores somos los trabajadores, no cobramos nada nosotros. Pero bueno, hemos estado siete meses con la fábrica ocupada. Logramos venderlo todo y al menos poder pagar todos los salarios que nos debían los dueños, y seguir trabajando esos meses. Pero se hizo muy duro seguir manteniendo la ocupación. Pero yo creo que al final, todo lo que hacíamos era pensando en los demás, mostrando que los hacíamos por todos, no por nosotras mismas. Y la gente respondió muy bien, se solidarizó con nosotras, hacían guardia, hasta celebramos una navidad allí, en la fábrica con gente de todos los sitios, nosotras les tejíamos gorros, bufandas…Aunque no logramos todo lo que queríamos, fue muy bonito también.
María ya conocía muy bien la experiencia de la fabrica Zanón de Argentina, ocupada y puesta a producir bajo control de los trabajadores. Con ella hace un año fuimos a una fábrica con amenaza de cierre, la DERBI, donde María contó su experiencia de ocupación como una posibilidad real, mientras explicábamos, con decenas de estudiantes que habían llevado su solidaridad a los obreros, la gran experiencia de Zanón. Reflexionábamos con María, sobre si la ocupación de fábricas, puestas bajo control de los trabajadores, puede ser una salida a la crisis, ante los cientos de cierres de empresas y miles de despidos: Sí, claro! Yo les diría que no se resistan a la primera de cambio cuando les digan “ya está cerrada la fábrica”, no. Hay que luchar, hay que resistir, y hacer todo lo humanamente posible para trabajar, y para que tu trabajo tenga un sentido demostrando que podemos trabajar sin los empresarios. Todo lo que hemos hecho conseguido luchando, no puede desaparecer porque a un empresario le de la gana. No rendirse, luchar y luchar. Ahora mismo vamos de camino a la mani contra los desahucios, tenemos que demostrar siempre que “sí se puede”. Porque todo lo que hemos ganado ha sido con la lucha de los trabajadores. Si ocupáramos las fábricas cuando los empresarios quieren cerrarlas, además de impresionante, los empresarios se acojonarían! Porque si ellos vieran que los trabajadores pueden hacerse con la fábrica se lo pensarían un poquito. Sería impresionante en un momento en el que están cerrando empresas de manera acojonante…, y además, de empresas con beneficios! Como nos contaban en la charla de ayer los de Seat. Ayer luchábamos con miedo, pero contra la dictadura de Franco, hoy se cree en la “democracia” pero lo que hay es una dictadura patronal….
Por @LubCynthia